domingo, 11 de noviembre de 2012

OTOÑO... otro más...




 
 Hace algunos días que estrenamos estación. Y a pesar de las luces, los calores y esos interminables bostezos de la tarde, poco a poco los cambios se producen como se han producido siempre, sin prisas, casi sin que te des cuenta.

Mi amada berenjena
Yo, que nunca me he encontrado cómodo en los extremos, adoro el Otoño y la Primavera; con el invierno juego a ese amor adolescente que de pronto tanto te aprieta como te aleja sin motivos ni certezas; el verano sofoca mis sueños bajo una lápida de grados centígrados y es una época de mucho trabajo para las cocinas. Así que, sometido como estamos al capricho de una naturaleza que nos deja creernos dueños del cortijo, hago como todos, me adapto y disfruto de cada estación lo mejor que mis entendederas me permitan.

Pero concretamente estas fechas en las que andamos en las que celebramos los "ToSantos" (o fiesta de todos los santos), y alejado como me encuentro de la algarabía americanizada de tener que festejar hallowen, mi memoria se llena de recuerdos otoñales que si bien no favorecen mi transito intestinal, si alivian de humores las cargadas capachas de mis emociones.

Almendras, nueces y avellanas
Son muchos los productos que está de plena temporada, en lo mejor de su esplendor. Berenjenas, alcachofas, coliflores, calabacines, hortalizas  que debieran inundar nuestras cocinas para regalarnos sustanciosos guisos, potajes y sopas con las que aliviar los más que cercanos fríos del invierno. Sin olvidarnos de nueces, castañas, almendras y demás frutos secos, parientes lejanos de una cocina que fue de subsistencia y que poco a poco recordamos como algo exótico.

En muchas esquinas de nuestros pueblos el humo se apodera de nuestra razón haciéndonos creer que, perdidos el juicio, vagamos por una ciudad distinta y en una época lejana.

Ya huele a castañas asadas. Esos deliciosos frutos secos con los que tradicionalmente se han celebrado estas fiestas eran para mi le prueba innegable de que el otoño ya estaba entre nosotros.
En estos días me ha venido a la memoria una anécdota que recuerdo vivamente de mi padre, fallecido hace apenas año y medio.
Una tarde de Octubre, mientras acompañaba a mi padre en su negocio, llegó un cliente para comprar castañas. 
Aquí podría estar bien introducir un pequeño inciso a mi historia para comentar que mi padre regentó durante más de treinta y cinco años una tienda de ultramarinos, o como siempre le hemos llamado en casa, un almacén. 
Me gusta la palabra regentar, pues mi padre fue el Rey de su negocio, en todos los sentidos de la palabra.
Aquel hombre pasó por mi lado y escuché su petición, también escuché a mi padre comentarle que ya no le quedaban castañas, era tarde y ya las había vendido.
Salí fuera y dentro se quedaron cliente y vendedor. Mi padre hablaba con él. No sé el tiempo que tardó, pero recuerdo que cuando salió llevaba una bolsa en la mano. Apenas bajó el escalón y dio dos pasos se paro en seco, miro la bolsa que levantó hasta sus ojos y pronuncio en voz alta: ¡Pero si yo quería castañas!
Lo que llevaba en la bolsa eran nueces, las mismas nueces que mi padre le había vendido.
Alcachofas
Aquel hombre siguió su camino llevándose sus nueces, y dejándome a mi apoyado en una señal de ceda el paso sin saber muy bien que había pasado.
Años más tarde entendí lo que había visto. Mi padre era un vendedor extraordinario, dotado de una fina psicología que sus muchos años detrás de un mostrador le habían otorgado.
Tengo por delante un hermoso Otoño que pienso disfrutar en todo su esplendor, a la memoria de mi padre.
Calabazas






viernes, 19 de octubre de 2012

UN LIBRO Y UN COCINERO

Acabo de terminar de leer un libro escrito por Alain Ducasse titulado: Diccionario del amante de la cocina.


Si tuviera que quedarme con la primera impresión que me produjo el libro tendría que decir que desde sus primeras páginas el libro prometía desvelar los secretos de uno de los grandes chefs franceses, y que sus consejos sobre la profesión iban a correr ese tupido velo que cubre todo lo que ocurre dentro de las más prestigiosas cocinas.
Pero lo cierto es que más parece una declaración de amor a la profesión que otra cosa, un canto a lo sencillo y al producto, pilares sobre los que unicamente pude sustentarse la verdadera cocina.

En eso coincidimos Alain y yo, salvando las distancias claro.
Pero entre sus muchas páginas también se desliza una manera de entender el negocio de la restauración enfocada como un articulo de lujo, algo sólo al alcance de personas pudientes capaces de reservar mesas en los más selectos y lujosos restaurantes.
No quiero criticar nada de eso, ni siquiera criticar al libro en si. A lo sumo reseñar un pequeño comentario.
He tardado más de lo normal en leerlo, lo que me advierte del grado de seducción que ha ejercido sobre mi. Muchos capítulos son una larga exhortación sobre sus negocios, sobre sus inclinaciones, sobre esa forma de entender la profesión de cocinero como algo que debiera englobar muchos otros aspectos de la creatividad.
Nada debiera ser ajeno al cocinero, algo que recuerda a ese viejo axioma del romano Publio: Hombre soy; nada humano me es ajeno. Cocinero soy; nada del arte me es ajeno, que diría Ducasse.

Hablar del arte sería meterse en camisa de once varas, y no estoy yo para disertaciones que me llevarían por otros senderos distintos a los propuestos.
El libro tiene una estructura narrativa saltarina, te hace saltar de un tema a otro con un fino hilo argumental que le hace parecer lo que es, un libro de encargo.
En la portada la editorial coloca como reclamo una presentación de Ferran Adriá, la cual despacha en hoja y media, sin aportar al libro nada sustancial.
En fin, espero no haber parecido demasiado crítico con Ducasse ni con su texto, porque tiene muchas cosas interesantes.
He de aclarar que este libro es del 2004, y que yo lo he leído algunos años después. La razón es que mi mayor fuente de suministro de libros suele ser la compra en webs de libros de saldo, lo cual depara a veces sorpresas como esta a precios económicos.
En fin, que queda poco por decir, salvo que quien quiera pasar un buen rato leyendo sobre gastronomía que saque este libro de la biblioteca... si es que lo tienen.
Aquí dejo algunas perlas que podéis encontrar entre sus páginas:

"...una constatación muy simple: ningún producto es inocente jamás. Ningún producto es una abstracción; al contrario, permite abrir el mundo de los recuerdos y de los afectos, otorga el poder de remontar el curso de los tiempos."

"En primera instancia, la tarea imperativa de un chef consiste en imaginar platos,juzgarlos y bautizarlos, en función de su destino geográfico o de su entorno, seleccionando con mucha atención los únicos productos que puedo admitir en mis cocinas, según un único criterio, mi gusto, según una única exigencia, la calidad."



lunes, 15 de octubre de 2012

AL SON DE UNA FERIA

Me gusta reconocerme a veces en mis gustos y deleitarme con aquello que hace vibrar mi alma con emociones que son a la par mías y de toda la humanidad.
Entre esos gustos la música ocupa un lugar preeminente, y como no podía ser de otra manera, determinada música, determinados artistas, se alojan desde hace mucho tiempo en ese baúl de mi espíritu al que recurro cuando mi ánimo se haya un poco bajo.
Serrat es un tesoro, como Ruibal, al que sé que uno puede recurrir cuando necesita explicarse algo, cuando se necesita una perspectiva distinta de las cosas.

Todo lo que quiero contar tiene relación con lo que últimamente he podido ir leyendo en los periódicos, esos templos de la noticia efímera al servicio de la actualidad, dejando a veces de lado la veracidad. Pero a lo que vamos.
He podido ir leyendo las crónicas desde el San Sebastian Gastronomika que se ha celebrado a la par de otro certamen en Madrid, el Millesime, al parecer una feria exclusiva donde lo que prima es el lujo y la exclusividad.
He tenido muy pocas oportunidades de asistir a esos eventos, salvo al celebrado en Sevilla en 2007, el Andalucía Sabor, el cual desconozco si en estos tiempos de crisis se sigue celebrando.

Siempre me ha llamado la atención el egocentrismo que domina a la gastronomía en nuestra tierra, que no digo que ocurra lo mismo en otros lares, pero grandes nombres dominan la escena culinaria como totems y guias espirituales, seres de otro planeta que han abierto camino y nuevos horizontes poniendo la cocina española en lo más alto de la consideración sibarita, exclusiva y lujosa. Y a dios gracias y mi más humilde reconocimiento y admiración, que nadie lo dude... Ahora si, lo que yo me atrevo a poner en duda es todo ese circo montado alrededor de los cocineros, la necesidad de hacerse un nombre y defenderlo a capa y espada, incluso quejándose de que las sombra de algunos viejos nombres es demasiado larga y quita el poquito de gloria al que todo cocinero tiene derecho.
El ego es el mayor enemigo del hombre en su evolución espiritual, un enemigo necesario que hay que crear y dejar desarrollar para luego tener el coraje de destruirlo. Pero no es un fin en si mismo. Y el ego es el mayor enemigo del cocinero.
Los eventos a los que me he referido son apenas dos gotas en ese mar de eventos que llenan nuestra geografía. Cada autonomía, cada ciudad, cada pueblo tiene su evento gastronómico, motor económico y de empleo en estos tiempos tan duros. Pero seguir creyendo que la gastronomía es un lujo sólo al alcance de unos pocos y que dicha exclusividad requiere de ferias exclusivas contiene un grave error de fondo.
Al final se presenta una realidad distorsionada, una imagen del trabajo del cocinero que poco o nada tiene que ver con la hora que pasa en una ponencia explicando las técnicas empleadas en su ultima creación.
Y que nadie me malinterprete, pues no quisiera dar a entender que eso no forma parte del trabajo de un cocinero, sólo me planteo que todos no pueden llegar a la cima.

La ferias y eventos destinados al lujo y los grandes nombres me recuerdan a una canción de Serrat, de ahí mi introducción musical.
La canción titulada FIESTA es una de esas joyas que atesoro en mi pequeño corazoncito y que siempre viene a recordarme que por mucho que quieran hacernos creer que lo que vivimos es una democracia, hoy por hoy sigue habiendo clases.
Como cantaba Serrar....
Vuelve el pobre a su pobreza
vuelve el rico a su riqueza
Y el señor cura sus misas
Se despertó el bien y el mal
la zorra pobre vuelve al portal 
la zorra rica al rosal
y el avaro a sus divisas
y se acabó
el sol nos dice que llegó el final
por una noche se olvidó que cada uno es cada cual...

Al acabar la fiesta todo sigue como estaba y sólo por un instante se nos hizo creer que todos eramos uno mismo.


Buen provecho.

sábado, 11 de agosto de 2012

COCINEROS VERSUS REDES SOCIALES

Hace unos días me sorprendió leer una noticia en el diario El País. Una noticia curiosa, cuanto menos sorprendente y quizás excesiva para figurar entre las noticias culturales.
Esa es mi modesta opinión, pero vamos con la noticia en cuestión.
Según parece cocineros europeos se han unido para denunciar ciertos abusos cometidos contra ellos en diversas páginas dedicadas a dejar comentarios y criticas a sus restaurantes.
Se denuncia incluso como distribuidores ofertan comentarios favorables por compra de productos, y como hay empresas dedicadas previo pago a inundar dichas páginas con cientos de dichos comentarios.

Leída la noticia volvemos a lo de siempre, es decir, me parece que la noticia está sesgada, que no presenta la realidad en toda su amplitud y que falta algo que el periodista que ha escrito la crónica no se ha preocupado de investigar o simplemente ha obviado.
Yo no uso ninguna de las páginas mencionadas en el artículo, pero no estoy libre de haber escrito comentarios sobre los restaurantes que he visitado. Y no cabe duda de que es demasiado fácil escribir una critica irreal, falsa o malintencionada. Pero lo contrario también. Si eso debiera regularse de alguna manera no es el asunto de mi disquisición, pero prefiero los riesgos de una democracia libre y abierta a la falta de ella.

Que los cocineros se unan para denunciar algo que les puede afectar negativamente es comprensible, que se pueda ejercer presión con un mal comentario es francamente algo deporable y dice más de quien lo realiza que de quien es criticado.
Pero lo que parece desprenderse de toda esta historia es algo tan viejo como el hombre. A nadie le gusta ser criticado, y mucho menos que esas criticas acaben perjudicando a tu bolsillo.

La importancia de las redes sociales en estos tiempos va camino de convertirse en algo desmesurado, algo parecido al teléfono móvil, que ya no podemos vivir sin él. Pero personalmente no creo en la importancia de todo ese movimiento.
Que quienes se vean afectados por los comentarios indiscriminados pidan una regulación de los mismos puede que en vez de mirar hacia afuera hicieran mejor en mirar hacia adentro y tomar mayor confianza en el trabajo que realizan, pues esa es su única y verdadera salvaguarda contra quienes quieran difamarlos, engañar o confundir a otros usuarios.

Cuando apenas levantaba dos palmos del suelo recuerdo una tarde de domingo en la que con algunos amigos fuimos a ver una película, en el cambio de sesión nos encontramos con un conocido que nos advirtió que la película era un tostón insoportable. Dudé en entrar, pero ya teníamos compradas las entradas y vi aquella película. La película me gustó, y es más, me gustó mucho, y pude no tener en cuenta la opinión de aquel amigo que se había dormido durante la proyección.
Desde aquel día, aún teniendo en cuenta la opinión de los demás, prefiero forjar mi propia opinión sobre cualquier aspecto de la vida basándola en mi propia experiencia y en mi libertad de juicio, sea esta acertada o no.

Curiosa noticia, vuelo a repetir.

Buen provecho.

domingo, 29 de julio de 2012

A VISTA DE PAJARO

Siempre he pensado que es difícil fijarse en los detalles cuando uno vuela demasiado alto.
 La primera vez que vi la tierra desde un avión - que por cierto era militar - tuve la sensación de poder abarcar toda la tierra con solo mirarla, pero lo que veía era difuso y demasiado grande para mis manos, que nunca quisieron ser grandes.

Pero hoy se me antoja hacer un vuelo de pájaro, una visual desde las alturas con la intención de perderme los detalles. Quizás porque los detalles, donde está todo lo que importa, sea demasiado duro para frivolizarlo o analizarlo en la entrada de un blog.
Sin contar que no tengo autoridad ninguna en la materia, ni titulo universitario que me ampare, ni nada salvo mi propia existencia, mi propia vida llena de experiencias con las que he conformado mi mundo.

Este pájaro que comienza su vuelo lo hace despegando desde un árbol quemado en un incendio, un árbol que formaba parte de un bosque que hoy es sólo ceniza y recuerdo. Abandono subiendo para alcanzar altura y alejarme del olor a muerte que se respira, del humo que axfisia y el dolor callado de los que no pueden llorar.
Cuanto más me elevo más parece que el aire se vuelve respirable, pero llegan gritos y quejas, mareas de gentes que han salido de sus casas, de sus vidas amenazadas para defender lo que creen que es justo.
Esos gritos vienen de la calle, la misma calle que nunca podrá ser de los estados o de sus gobernantes, ni de su policía o sus ejercitos. La calle es y sera siempre del pueblo.
Son miles los cabreados tan solo por unos pocos políticos que creen que hacen lo que tienen que hacer sacrificando el bienestar de un país por un futuro mejor.
Futuro es una palabra que no inventaron los vientos, que no existe cuando se extienden tus alas y sólo tienes por delante la inmensidad del cielo. Futuro es la excusa de siempre, y por la que siempre te andan jodiendo el presente.

Pero según asciendo el ruido va acallándose, y apenas se distingue a las personas. Se han vuelto una mancha oscura, como un ser vivo gigantesco al que le costara moverse. Es entonces cuando quienes nos gobiernan a la luz y en la sombre toman sus decisiones. Cuando no importa recortar derechos, suprimir ayudas o subir impuestos, después de todo no se lo estas haciendo a alguien que conozcas, para ellos son solo medidas que tomar. Yo aún no he llegado a esa altura.

Mi vuelo busca encontrar una corriente de aire que me haga ascender un poco más sin el esfuerzo de tener que batir mis alas, sólo quiero alejarme lo suficiente para perder cualquier perspectiva.
Dejarse llevar por esa altura es fácil, toda inmensidad, todo abismo tiene algo de hipnótico que hace que si no sujetas corto a tu espíritu este quiera dar un salto mortal al vacío. La sensación de libertad es extraordinaria, y conceptos que con los pies en el suelo tenias claro ahora parecen pura palabrería.
¿Qué es la vida y la muerte a esa altura? ¿Qué es lo que esta bien o mal cuando nada parece poder tocarte? Cuando de tus tripas sube un poder que amenaza con hacer saltar tus dientes.

A esa altura no es fácil llegar, y no son muchos los que lo consiguen.
Pero demasiados son los que creen que están allí arriba, los que desde esa posición gobiernan y toman decisiones alejados de la realidad, de la tierra, de cualquier humanidad.
Hace frío a tanta altura. Y la soledad tiene un regusto amargo, a pesar de no cambiarla por nada.
En esa frontera entre el azul de nuestro cielo y la inmensa oscuridad del espacio no llega ningún ruido que moleste a nuestra alma, un alma que desprovista de sus trampas es un puro trampantojo en manos de nuestro verdadero ser.

Allí creí encontrar a los mercados, a los estados y a sus gobernantes, a la economía y todas sus lindezas. Yo creía que alejado de toda cotidianidad, de las personas que forman el esqueleto de todo lo anterior, encontraría alguna respuesta... pero allí no hay nadie.

Mi vuelo acaba en un descenso brutal, enfadado conmigo mismo y con mi ingenuidad. Creía que quienes estaban tomando todas estas decisiones que tanto afectan a la vida común de todos nosotros estarían allí arriba, disfrutando de esa posición casi de dioses, y que en su olimpo particular sus designios, aunque insondables para nosotros, tenían detrás la sabiduría que da estar por encima de todo.

Pero no es así. Y bajo rasgando con mis alas el estúpido sueño de los inocentes. Ahora se un poco más de la verdad, y no quiero seguir tragando esa verdad, ni la suya ni la de nadie.

Buen provecho.

domingo, 17 de junio de 2012

ATÚN, LEVANTE, PARAISO... CÁDIZ


Estamos en plena temporada del Atún de Almadraba.  Uno de nuestros tesoros culinarios.

Una ventresca de atún,
preparada para el leve roce con un plancha caliente,
todo un lujo para el paladar.
A estas alturas casi todos los restaurantes de prestigio de la provincia han hecho sus jornadas del atún, e incluso hay quien ha montado un ronqueo para sus clientes.
He de decir para quien lo desconozca que el ronqueo no es más que el despiece de un atún, espectacular para quien nunca ha visto un pez tan grande fuera de su hábitat.

Aplaudo esas iniciativas. Y aunque no se hagan por los motivos que yo quisiera, creo que ayudan a educar al público sobre lo que va a comer, hacerle consciente del trabajo que hay detrás de un plato de atún.
No sea que al final la gente piense que el atún proviene de una lata o la leche de un cartón.

Son ya varios los años en los que todo lo relacionado con el atún marca el verano en los restaurantes de Cádiz, y sin llegar a ser maestros como pudieran serlo los japoneses, no cabe duda de que aprendemos rápido.
No voy a hablar mucho del atún, ya se escribe, se filma, se comenta, se cocina demasiado del atún.

Yo sólo puedo ponerle algo de poesía, y no la mía, si no la de un maestro al que adoro, Javier Ruibal.


sábado, 16 de junio de 2012

LA LIMPIEZA EN UNA COCINA

De los primero en lo que te fijas cuando entras en una cocina para trabajar en ella es su limpieza y su orden.
Luego los elementos con los que vas a contar, los utensilios y su estado, las cámaras y el espacio donde vas a trabajar.
Lo hago por cada una de las cocinas por las que he transitado. No es algo que nadie te haya enseñado ni que figure como norma de actuación en ningún libro sobre la profesión de cocinero.
Lo único en lo que se insiste, y que creo que debería enseñarse en las escuelas de hostelería como asignatura, es que el orden y la limpieza son fundamentales en el trabajo del cocinero.
Limpieza y orden que no sólo debe circunscribirse a la tareas que esta realizando y que tiene encomendadas, sino que han de extenderse a todo lo demás, siendo responsabilidad de todos el que la cocina quede en perfecto estado para el próximo servicio.

A veces resulta difícil entrar en una cocina y no realizar un juicio del cocinero que trabaja en ella. Y no por su técnica ni por sus platos, sino debido a la suciedad o descuido que presenta su lugar de trabajo.
A veces lo he hecho, lo reconozco, pero en mi vida procuro no moverme por prejuicios, o juicios rápidos de una situación que desconozco.
Claro que eso no borra un hecho incontestable que provoca las situaciones a las que me estoy refiriendo, hay personas para las que la limpieza es algo molesto, inquietante, difícil de explicar y más aún de aplicar, sea en uno mismo, sea sobre una mesa de trabajo.

Ya he dicho antes que hay muchas situaciones que desconocemos para a veces juzgar que un lugar está demasiado sucio o desordenado, y creernos que nosotros vamos a ser capaces de hacerlo mejor.
Recuerdo haber sido juzgado en estos mismos términos, por alguien que venía a encargarse de la cocina donde hasta entonces yo había estado trabajando.

Podía ver los ojos de aquel cocinero posarse por los rincones, bajos y demás recovecos de la cocina pensando que antes que nada debía limpiarla de arriba a abajo. Lo que aquel cocinero no sabía es que yo había estado sólo todo el invierno, sin ningún tipo de ayuda. Trabajamos juntos un verano, cuando volví a visitarlo en invierno, trabajando en la mismas condiciones que yo, el aspecto que presentaba la cocina no era mucho mejor que cuando yo la dejé.

Es difícil mantener un nivel de exigencia con la limpieza cuando trabajas solo y todo recae sobre tus espaldas. Se te van acumulando tareas y a resueltas de ello la limpieza va quedandose en un segundo plano. Yo me he visto varias veces así.

Cada cocina, cada restaurante, cada jefe tiene una forma de trabajar a la cual debes adaptarte asumiendo distintas rutinas, distintas exigencias en cuanto a la limpieza y el orden.

las armas contra la suciedad
Cuando ves a gente desarrollando un trabajo sin pasión alguna, sin ganas, quemado por circunstancias miles que acaban repercutiendo en la calidad de ese trabajo piensas que tú nunca acabaras así... y lo bueno que tiene la vida es que te devuelve con creces lo que quieres negarle... mejor no negar que es muy fácil llegar a ese punto de descorazonamiento en cuanto al trabajo...

Pero sigamos.
Para mí la limpieza del lugar donde trabajo es fundamental. Me hace sentir seguro y a gusto con las tareas que realizo. Sé que muchas veces es díficil, sobre todo cuando has tenido un mal día, o un servicio demasiado exigente.



La cocina, la que nos venden los periodicos, revistas especializadas y blogs miles, tiene el encanto de la creación, la propuesta innovadora y las técnicas más actuales. Pero en ningún programa de televisión ni en nigún libro de recetas se suele enseñar como queda una cocina cuando has estado trabajando en ella, si se explica o se enseña el proceso último de una receta, la limpieza.
En una cocina profesional el desastre es mucho mayor y las cosas a recoger y limpiar pondrian los pelos de punta a la asociacion finlandesa de jubiladas de la limpieza del abeto autoctono finlandes. (perdón por la broma)
Cuando termino con mi trabajo de preparar y servir la comida sé que despues tengo otro trabajo que realizar, recoger, organizar y limpiar todo lo que se ha ensuciado mientras daba el servicio.
Y no voy a negar que a veces es la parte más dura.
Pero la solución no es otra que incorporar las rutinas de limpieza dentro de la rutina de trabajo general, dejando dentro de la semana espacio para limpiezas más profundas o específicas. Esa y no otra es la clave para que un trabajo necesario no se convierta en un lastre. Y como todo en la vida se ha de ser constante, un poco de desidia a la hora de la limpieza y lo que podía haberse hecho en minutos quizá requiera horas.

Buen provecho.

lunes, 11 de junio de 2012

AL HILO DE UNA PREGUNTA

Soy uno de los privilegiados en este país que trabaja, lo cual pongo por delante como excusa para justificar de algún modo el tiempo que hace que no escribo en mi blog.
Mi cansancio a veces es pura vagancia o dejadez, y la necesidad de no hacer nada puede más que la absurda conciencia de estar perdiendo el tiempo, sobre todo cuando siempre he pensado que ningún tiempo es perdido.
Y así es como al hilo deshilachado de mi rutina le he prendido una pregunta que me viene rondando desde hace algún tiempo. Al menos unos tres meses, desde que tengo mi nuevo trabajo.
Me llamaron para hacerme cargo de la cocina de un bar en un polígono industrial, y el sueldo, pero sobre todo el horario, me hicieron aceptar. El trabajo es sencillo, preparar el menú diario, nada complicado, ni con excesiva calidad en las materia primas.
La pregunta que me surge, que me ronda por la cabeza - el corazón y las entrañas - es sobre mi oficio y todo lo que el ser cocinero representa.
La pregunta me surge a raíz de mi propia experiencia personal desde que comencé a ejercer como cocinero. Desde el principio, incluso antes de salir de la escuela de hostelería, los trabajos que iba encontrando siempre eran o para hacerme cargo de la cocina o con gente que tenia mi misma experiencia o incluso menos. Así ha sido a lo largo de varios años de deambular de un sitio a otro, sin encontrar jamás un jefe de cocina al que pegarme para extraer todos sus conocimientos. Tal vez sea culpa mía, o simplemente que las cosas han rodado así y me han llevado hasta donde estoy.
Tampoco la hostelería en Cádiz es que brille por su excelencia, y salvo una estrella michelin todo lo demás es un páramo donde se practica una cocina simplona, sin chispa, más pendiente de lo de fuera que lo que tenemos dentro.
Siempre he pensado que en mi formación me ha faltado trabajar junto a un cocinero de prestigio, algo más que el tiempo de unas prácticas, o al menos en un equipo grande y profesional dentro de un gran restaurante.
Pero quitando lo que me hubiera gustado y asumiendo lo que he andado hasta hoy, la pregunta que me surge tiene mucho que ver con todo lo que he experimentado en las distintas cocinas donde he tenido la suerte de trabajar. He visto de todo, desde gente que no sabía nada de cocina hasta gente con currículum y formación que a la hora de trabajar se desinflaban como un globo pinchado.
He leído y escuchado muchas definiciones de este oficio, muchas acertadas, ingeniosas, académicas; otras disparatadas, sin sentido, ajenas a la realidad del oficio, pero todas creo que pecaban del mismo defecto, eran incompletas.
No seré yo quien dé la definición de lo que debería ser un cocinero, ni es el momento ni es este el lugar.
Lo que si me gustaría es hacerme algunas pregunta en voz alta:
¿Son iguales un cocinero de un restaurante gastronómico y otro de un bar de tapas?
¿Define la profesionalidad de un cocinero las recetas o trucos de artificio que maneje?
¿Todo cocinero tiene que ser un genio creativo?

Esta profesión ha cambiado mucho en las últimas décadas. Ha habido autenticas revoluciones que han hecho que el papel del cocinero cambie, que la propia gastronomía cambie.
No sé si entre tanto Madrid Fusión y otras tantas ferias gastronómicas alguien ha dedicado algo de su tiempo para reflexionar sobre el papel del cocinero, cual es su lugar en el mundo, en el engranaje del futuro de la alimentación tan amenazado e incierto.
Si alguien lo ha hecho quisiera saber cuales fueron sus conclusiones, porque yo tengo mis propias ideas, mis propias sensaciones frente al presente y al futuro, lo que quisiera que fuera mi oficio.
Pero, como cantaba aquel viejo poeta americano al que adoro:

"Quien soy yo y quien eres tú, todo cuanto yo señalo como mio lo equilibras tú con lo tuyo, de lo contrario sería tiempo perdido escucharme"

Al hilo de una pregunta suelen sucederse puntadas de duda, ojales por los que se cuelan otras preguntas y voces con distinta tintada a la tuya, algo que sólo puede enriquecer el tejido de la vida.

Buen provecho.

sábado, 7 de abril de 2012

No quiero ver mas noticieros...

A estas alturas de mi vida todavía me pregunto porque sigo viendo las noticias. Si lo pienso bien, analizando lo que me aporta y lo que me resta, no cabe duda de que salgo perdiendo. No me aportan nada y me restan tiempo para hacer cosas más interesantes como leer, escribir o cocinar.
Algo parecido me pasa con los periódicos. Siempre me acuerdo de mi querido H. D. Thoreau cuando advertía de que era mejor no leer la prensa, y que si se quería hacer era mejor dejar pasar un par de días antes de leer algún periódico. (Aunque he de confesar que no recuerdo si era eso exactamente lo que aconsejaba.)
Poco importa, la cuestión es que los noticiarios parecen jactarse de presentarnos una realidad oscura y deprimente que repiten de manera machacona.
Es como si escogieran las peores noticias posibles e hicieran con ello las cabeceras de sus informativos. Luego, casi al final y antes de los deportes, meten alguna historia curiosa o agradable queriendo compensar el mal cuerpo que te dejan antes de la comida o la cena. Que no digo yo que el mundo no vaya mal, ni que los problemas están llamando a nuestra puerta cada mañana al despertarnos, pero si me dan a elegir, prefiero construir mi propia realidad basándola en el optimismo y la fe inquebrantable en el ser humano. Ese mismo ser humano capaz de las mayores atrocidades, pero también de los mayores milagros que no son noticia a ninguna hora del día.
Hace mucho que dejé de creer en las noticias. Igual que la honradez no es compatible con la política, porque esta se basa en un sistema ya de por si corrupto, el periodismo le debe pleitesía a la economía de mercado por lo que nunca podrá ser imparcial.
Quizás peque de extremista, y pido perdón a cualquier político o periodista que se sienta ofendido por mis palabras. No estoy en posesión de ninguna verdad y lo que aquí expreso son opiniones de un ciudadano cansado de tanta estulticia pública y privada, de tanto descaro institucional.
Abogaría no por dejar de emitir los informativos, sino por cerrar la televisión a cal y canto. Recuperaría las plazas de nuestros pueblos y ciudades para crear allí centros de información y debate promovidos y gestionados por los ciudadanos, recuperaría las calles para nuestros niños y fomentaría la conversación como asignatura en los planes de estudio. Puede que sea verdad que en España se grita demasiado, y que eso nos impida tener pensamientos profundos - tal y como escribió Nietzsche -, pero también es cierto que este país es de tertulia, de conversación, de plática y de diálogo. Yo mismo me considero un tertuliano, y una conversación es uno de mis mayores placeres.
En fin, utopías de un soñador que a pesar de los informativos, piensa que este es el mejor lugar para vivir.
Buen provecho.

viernes, 6 de abril de 2012

COCINA Y LECTURA

Hay placeres y placeres... y me explico.
Hay placeres que llenan los sentidos, y la sensación de gozo y plenitud es tal que necesitas de un tiempo después de la experiencia para asimilar lo que has vivido, bebido, comido o amado.
Luego hay otros placeres que no lo parecen, que son como la insinuación de un placer mayor que te deja una extraña sensación de vacío. Son muchas las cosas que se pueden incluir en esa categoría, algo que has vivido, bebido, comido o amado.
Entre esos placeres, que he de confesar que para mi son los mejores, se encuentra la relectura de ciertos libros que por caprichos de un desorden vuelven a tus manos, y los abres para descubrir lo que vagamente recordabas.
Leer de nuevo un libro ya leído es lo más parecido a hacerle el amor a tu mujer olvidando todo lo que sabes de ella. Complicado, lo sé, pero maravilloso cuando se consigue.
Suelo pasar muchas veces mis dedos por los lomos de los libros ya leídos. Puedo sentir como me hablan, me susurran sus secretos, me recuerdan emociones vividas. Y hay otros que me gritan, me descargan la electricidad que esconden entre sus páginas para llamar mi atención. Con el libro del que quiero hablar me pasó eso mismo.
He de confesar primero que siempre he sido de releer, de volver a mis maestros, de volver a Chejov, al que idolatro, a Nietzsche, al que amo, a Stiner, que me perturba, y a otros tantos que forman parte de mi bagaje y de mi vida.
Y el libro del que quiero hablar es "La casa de Lúculo" de Julio Camba.
Sempiterno viajero y maestro


La primera noticia que tuve de su autor me la dio un poeta de mi tierra, Francisco Bejarano, quien me aconsejo que leyera cualquiera de sus libros de artículos. Ni que decir tiene que le estoy agradecido por su consejo. Lo que ya no recuerdo es como cayó el libro en mis manos, supongo que en alguna de esas compras que efectúo por internet en librerías de viejo. Lo que si recuerdo es la primera vez que lo leí. Fue un verano, trabajando en un restaurante de Chiclana.
Luego han pasado varios años. Y ha sido ahora cuando lo he recuperado de la estantería por casualidad, sacando otros libros.
Pero esta vez no me he puesto a leerlo entero, he preferido saltear entre sus páginas y descubrir lo que entonces no percibí. Julio es un auténtico maestro a la hora de relatarte en unos breves párrafos lo que cualquier otro engorroso y altanero articulista haría en dos páginas.
Su forma de tratar la gastronomía es única y el mejor bálsamo tras la lectura de cualquier libro de recetas, por muy del Bulli que sea. Se puede estar más o menos de acuerdo con sus opiniones, pero su calidad es incuestionable, su sapiencia y maestría a la hora de tratar los temas hace que de pronto te estés cuestionando lo que acabas de leer. Y para mi no hay mejor cualidad en un escritor que la de sugerir.
Mucho se ha dicho y escrito sobre don Julio Camba, y poco o nada puedo aportar yo, salvo una cosa.
Camba es de esos extraños tesoros inasibles e intangibles que uno cree poseer en el fondo de su alma, tesoros que uno hace suyo y que cuando habla de él lo hace con el posesivo pegado al apellido. Por admiración, por respeto, por vete tú a saber que extraña unión entre un escritor gallego y un cocinero andaluz.
Don Julio Camba merece el reposo de leerle entre servicio y servicio, cuando te libras del calor sofocante de la cocina y respiras un aire quizás más caliente pero que huele a mar, y buscas un sitio tranquilo donde sentarte a solas y poder concentrarte en su lectura antes de volver al infierno de los fogones, a veces con una pequeña lección que se te queda prendida entre la memoria y el corazón:
"Por lo que respecta a la re coquinaria, el mejor cocinero será aquel que más logre destacar en sus platos el gusto esencial de cada cosa, a condición, naturalmente, de que esta cosa valga la pena."

JULIO CAMBA
¿Quién le discute que no fue un adelantado a todo lo que luego se nos ha ido cayendo encima?
Gracias Maestro. Buen provecho.

lunes, 2 de abril de 2012

Al sur de la quimera... (2)

Vaya por delante... no soy antropólogo, ni sociólogo, ni tengo en mi haber ningún otro logo que cuelgue de una pared... hecho el aviso, quiero hablar con la libertad que da saber que equivocado o no, hablo desde la única patria que reconozco, yo mismo.

Supongo que el comienzo de esta entrada es demasiado enrevesado para lo que al final voy a contar, pero que le voy a hacer, me gusta ser así, me gusta hablar y adornar lo que quiero decir, porque para mi son importantes todas y cada una de las palabras que asaltan mi mente queriendo escapar de su prisión.

Quizás sea cierta inseguridad, podría ser. Lo cierto es que pensaba empezar mi entrada con una aseveración rotunda de la que si soy sincero no estoy del todo seguro... No me importa, reitero, voy a decir aquello que he venido a decir.

De todas las características que conforman los distintos grupos humanos que en la tierra son puede que haya varias que se den en todos, independientemente de sus circunstancias, religión, cultura, etcétera, etcétera.
Lo que si tengo claro es que hay una que si comparten todos. Y esa característica no es otra que la de tener una cocina propia, un bagaje culinario ancestral que les ha permitido sobrevivir aprovechando los recursos alimenticios que tenían a su alrededor conformando una manera única de relacionarse con los alimentos. Esa cosa que dicho así parece hasta una obviedad, encierra uno de los mayores patrimonios de nuestra humanidad. Un patrimonio que en su mayoría anda perdido y olvidado, al igual que muchos de los pueblos que crearon su forma de comer.

Cuando estudiaba para cocinero y hablabamos de la cocina internacional sentía un vértigo tremendo al pensar de cuantas formas distintas el ser humano ha puesto su empeño por comer de forma placentera. En cuantas creaciones fueron, son y serán, que bien miradas no son sólo la expresión de una forma de comer, sino también de una forma de ver el mundo, de un carácter y de una historia.
Alimentarse es la primera necesidad de un recién nacido. Disfrutar de la gastronomía de cualquier país es la consecuencia final de esa necesidad, pero lo fascinante no es llegar a Ítaca, sino el viaje, el camino, lo que nos encontramos y descubrimos.

En un restaurante gastronómico priman los resultados y la exigencia de ofrecer al cliente lo mejor de lo mejor, pues para eso lo paga. Pero yo creo, desde mi humilde posición de un cocinero que no más quiere ser un buen profesional y una mejor persona, que entre lo que comian nuestros ancestros cazadores hasta cualquier plato del Bulli o el Moma han ocurrido cosas fascinantes y maravillosas que sería bueno investigar y recuperar.
Quizás porque como pensaba mi bisabuelo, la única manera de saber a donde vamos es conociendo de donde venimos.

Buen provecho.

sábado, 31 de marzo de 2012

Al sur de la quimera...

Este país nuestro tan dado a los excesos y a los extremismos padece ya desde hace algún tiempo una tensión que con los días, los voceros de un lado y de otro, las decisiones y presupuestos varios y otras cosas largas y tediosas de enumerara, corre el riesgo de enquistarse o hacerse cotidiana. Lo peligroso creo que es que la tensión acabe en la calle, aunque ya se han visto conatos de violencia policial, que es como decir que el propio estado se rebela contra quienes realmente tienen motivos para estar rebelados.
Tenemos un fantasma soplando en nuestro cogote, una herida en el daguerrotipo de nuestra alma que no se quiere cerrar, porque no se quiere hablar de ella, no se quiere pedir justicia, llamar a las cosas por su nombre.
Soy de los que creen que este país está ya suficientemente maduro para no acabar enfrentado entre si como en aquella triste y cruenta guerra civil. Pero a veces creo pecar de excesivo optimismo, sobre todo cuando paseo mis dedos por el mando de mi televisor y acabo viendo las tertulias de las diversas cadenas de la T.D.T.
Siempre pensé que los versos de Machado estaban difuminados por nuestro cada vez mas maltrecho estado del bienestar, pero sabe dios que una de las dos Españas que ha de helarme el corazón vive y coge fuerza en esas tertulias tan vergonzosas como poco serias.
Espero que salgamos pronto de esta crisis que ya ha dejado de ser económica, que es ya cultural, social, de identidad, de ganas y de coraje de levantar un país que nadie ha podido hundir nunca, y que nosotros mismos hundimos en el agua constantemente. España es el peor enemigo de España.
Pero que voy yo a decir que no hayan dicho Ortega, Unamuno, y otros cientos de escritores y periodistas que con más sagacidad y valentía han dejado al descubierto las miserias de nuestra tierra. Yo soy del Sur, y como tal pienso y siento. Esta tierra es de fatiga y hambre, de sed y de coraje, pero también de alegría y saber vivir, de sabiduría y experiencia. No quisiera verla arrasado por el miedo y la desesperación, no quisiera verla destrozada por personajillos que disfrazándose de políticos hacen más daño que bien.
¿Que la política goza de poca popularidad entre el pueblo? ¿Qué los sindicatos no gozan de la simpatía de los trabajadores? ¿Que la patronal es denostada y maltratada por los trabajadores?... ¿Pero de verdad hace falta responder a estas preguntas?... ¿Yo que como la mayoría sobrevivo con un sueldo escaso y encima he de estar agradecido por tener empleo?...
No decidan lo que es mejor para mi, por favor. No legislen como si quisieran salvarme la vida, porque de sobre sé que mi vida les importa una mierda, igual que a todos esas multinacionales que se gastan miles de millones en publicidad para que consuma sus productos.
Yo sólo quiero poder desarrollar mi vida en toda su plenitud, no dejando nada fuera, no sea que piensen que lo que quiero es una vida fácil, que para eso me habría hecho funcionario y una parte la tendría resuelta.
Quiero tener mis días llenos de un millar de cosas, quiero sentir lo bueno y lo malo sin juzgar ni acordarme de mi educación católica, quiero disfrutar de mi gente y quiero hacer de este mundo un lugar mejor de lo que era cuando yo llegué. Primero por mi y luego por mi hija. Y para eso no necesito de sus leyes, ni de sus gobiernos, ni de su palabrería ni sus mentiras.

sábado, 11 de febrero de 2012

MERCADOS DE MI TIERRA GADITANA



Hay una cosa que procuro no perdonar cuando visito por primera vez una ciudad, y esa es su Mercado. Para mi son lugares que encierran parte de la vida de sus habitantes, a pesar de que con los años estos mercados no han sido ajenos a los cambios sociales y de alimentación que perjudicaron su vigencia y utilidad.
Durante muchos años estos mercados fueron dejados de la mano de dios, empeorando su estética y instalaciones. Con los años ha surgido un movimiento a casi todos los pueblos de la provincia para reformar y recuperar el esplendor de un lugar de encuentro, donde la gente acudía para comprar aquellos alimentos frescos y de temporada. Hoy eso también ha cambiado. 
Lo que quiero compartir hoy son esos lugares maravillosos donde poder contemplar los pescados frescos del día, las verduras de la huerta, las carnes y el quehacer de una gente que ofrece su mercancía de la forma más directa posible, una forma que hay que cuidar y preservar por el bien de nuestros hijos.
Pero lo voy a centrar en los mercados que mejor conozco, los de mi querida tierra gaditana. Y el primero de la lista es el de mi tierra natal, Jerez de la Frontera.
mercado2_jerez
antigua fotografía del Mercado centra de abastos de Jerez
Existe una entrada en la Wikipedia donde se dan algunos datos del edificio donde se instala el actual Mercado de abastos de Jerez. Este se levantó sobre el antiguo convento de San Francisco y su primera piedra se colocó en junio de 1873, terminándose de construir en 1885. Son muchas las vicisitudes por las que ha pasado el mercado y otras tantas las reformas acaecidas hasta la última que si la memoria no me falla data del año 2001.
Durante muchos años visitaba la Plaza - que es como comúnmente se le conoce al mercado en Jerez- debido a mi trabajo. La empresa en la que trabajaba tenía varios clientes y una vez por semana acudía a llevar mercancía. Durante años me recorrí las entrañas del edificio y comprobé en mis carnes el mal estado de sus infraestructuras. Aún recuerdo el olor que había en la planta de abajo donde se situaban las cámaras.
Imagen actual del Mercado con la nave de venta de pescados al fondo
Pero eso ya, espero, forma parte del pasado. Pasear hoy por el Mercado de Jerez es hacerlo por unas calles amplias y con casi todos sus puestos abiertos. La última reforma importante se efectuó en la zona de venta de pescado. 
Se podría decir que la Plaza es el punto neurálgico del centro de Jerez, a partir de ahí se te abre la ciudad en todas direcciones, con todas sus posibilidades y rincones que descubrir. Hace un par de años que no piso el Mercado, la razón es que no vivo ya en Jerez, pero para mi es el mercado que guarda entre sus mercancías unas gotas de emoción, unos gramos de recuerdo, las espinas de una parte de mi vida.

Creo con esto lo único que pretendo es escribir una declaración de amor hacia los mercados, hacia sus gentes, quienes venden y quienes van a comprar, el amor hacia los productos frescos y cercanos, el contacto directo con la vida y lo que nos la sustenta. 
Es un amor antiguo, que nace cuando mi madre me llevaba con ella a la plaza y desayunábamos los churros que allí se hacían. Que fue creciendo con el tiempo y a pesar del trabajo, que se hizo mayor y consciente cuando me hice cocinero y comprendí que sólo con los productos más frescos era posible hacer la mejor comida. Sólo espero que los Mercados sigan siendo los garantes de esa frescura, de los mejores productos, de la cercanía y el respeto por nuestras costumbre.

Espero poco a poco contar como están los demás Mercados de Cádiz, pero eso si, desde la perspectiva de un enamorado.

jueves, 9 de febrero de 2012

VIVIR Y BUSCAR SIN PRISAS...

En estos días he terminado de leer un libro al que hacia tiempo le tenía ganas. Ha caído en mis manos ahora, en este preciso momento de mi vida.
Su titulo: "Elogio de la lentitud" de Carl Honoré.
Desde el principio me atrapó entre sus páginas agarrándome del brazo suavemente y llevándome de paseo por lugares que desconocía. Supongo que esa debe ser la mejor virtud de un buen ensayo, y este no cabe duda de que lo es. Primero por la idea que vertebra el discurso de Carl, y luego por la forma de colarse en las entretelas de tu pensamiento.
Me ha hecho sentir muchas cosas, y todas buenas. Me ha recordado otra lectura que dejó en mi la misma sensación de bienestar, de plenitud, de orgullo, de mucho orgullo.
Habrá quien se pregunte como un libro puede despertar el orgullo a otra persona, sobre todo si ni siquiera conoce al autor, y ni por remota posibilidad ha estado involucrado en su confección. Pero esa es la sensación que me invadió al terminar de leer "Lo pequeño es hermoso" de E. F. Schumacher, y que se ha vuelto a repetir al leer "Elogio de la lentitud".
Orgullo de pertenecer a la raza humana, orgullo de que a pesar de nuestras mezquindades y faltas, de toda nuestra torpeza y absurda animalidad convertida en excusa para no exigirnos aquello de lo que somos capaces. podemos crear belleza, podemos evolucionar y alcanzar lo que queramos. Pero lo más importante es que podemos cambiar e influir en todo lo que nos rodea.
Puede parecer estúpido, lo reconozco, pero eso es lo que siento, y lo que me hace reafirmar aún más esta emoción es que me gusta, me gusta sentir así. Porque a pesar de los informativos y los gobiernos, yo sigo creyendo en el ser humano. Quizás porque el día en que deje de creer en él, será el día en que deje de creer en mi mismo.
La lentitud que propone Carl en su libro hace mucho que debíamos haberla aplicado a nuestra vida, pero yo quiero hablar ahora del momento presente, y en concreto de mi momento presente.
Ahora, cuando todo parece haber cogido una enorme velocidad impulsada por la urgencia de una crisis que nadie quiere solucionar, debería imponerse el sentido común desacelerando primero las medidas - la mayoría de ellas torpes e ineficaces -, y luego las acciones - igual de torpes e ineficaces -.
Deberíamos pararnos, asumir nuestra incertidumbre y nuestro miedo, ver las opciones y estudiarlas sin prisa, pues la solución está en nuestras manos, sólo hemos de dejar que se manifieste.
Yo llevo en paro cuatro meses, y estaba notando como en mi interior crecía cierta ansiedad por no encontrar trabajo. Lo cierto es que tampoco estaba involucrado en una búsqueda activa, pues necesitaba este tiempo para pasar el luto por mi padre, fallecido hace muy poco. Y justo cuando esa sensación de incertidumbre y miedo se estaba apoderando de mí empecé a leer este libro. Sigo buscando trabajo, ahora activamente, pero mi ansiedad ha desaparecido, y mi visión del tiempo y la prisa son otras.
Estoy seguro que encontraré trabajo, pero cuando el universo quiera que lo haga, y es que es inútil acelerar lo que es inevitable.

Quiero terminar dejado una pequeña cita subrayada a lápiz en las hermosas páginas de este libro que tiene para siempre su sitio en mi corazón:
"Es inevitable que una vida apresurada se convierta en superficial. Cuando nos apresuramos, rozamos la superficie y no logramos establecer verdadero contacto con el mundo o las personas. Como escribió Milan Kundera en su novela corta "La lentitud"(1996): "Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo". Todas las cosas que nos unen y hacen que la vida merezca la pena de ser vivida -la comunidad, la familia, la amistad- medran en lo único de lo que siempre andamos cortos: el tiempo."

sábado, 21 de enero de 2012

UN NUEVO COMIENZO

Acaba de empezar el año y cuando retomo este blog el primer mes del año está dando sus boqueadas. Si soy sincero conmigo mismo, ejercicio que procuro hacer a menudo, tengo que admitir que ha sido pura vagancia y dejadez. Pero que conste que esos dos adjetivos no me califican, más bien se deben a circunstancias por las que me he dejado arrastrar. Y lo curioso es que he tenido tiempo de poder poner al día este blog, de poder dedicarle mas cuidado y cariño.
No ha sido así. Y no me pienso perder ningún pensamiento más en semejante cuestión.
He pasado las fiestas en casa, pues desde que terminé mi última relación laboral no he buscado trabajo. Me he tomado hasta el momento unos tres meses de descanso. Descanso en cuanto al trabajo remunerado me refiero, porque uno nunca deja de hacer algo, sea lo que sea.
Este tiempo me ha servido para recuperar algunas cosas que tenía pendientes, entre las que no estaba incluido este blog, como es obvio. He retomado mi escritura, terminando algunos textos pendientes, entre ellos un cuento que le estaba escribiendo a mi hija y que por fin he podido regalarle. He leído, sin rebuscar el espacio para hacerlo; he cocinado, sin las prisas de un servicio en un restaurante; he disfrutado de la compañía de las personas que amo, sin tener que mirar el reloj y pensar en lo que me queda por hacer.
Creo que todo eso son cosas que le dan sentido a la vida, por lo menos a la mía. Siempre he pesado que uno ha de trabajar para vivir, y no al contrario. La pega, yo la digo, la cocina y la hostelería en general es un trabajo que absorbe demasiado a las personas, que las exprime y las deja sin tiempo, sin posibilidades. Yo lo asumo, y eso no me hace amar menos mi trabajo, pero tampoco soy ciego ante los problemas que conlleva.
tampoco es menos cierto que a estas alturas estar inscrito en las listas del paro me produce cierta ansiedad, más si las noticias sobre la situación económica que se escuchan a diario son tan desoladoras como preocupantes. El primer pensamiento que te asalta es cuando volverás a encontrar trabajo, si ta veras forzado a agotar la prestación por desempleo, si el estar demasiado tiempo parado no te hará quedarte ya fuera del mercado laboral.
Yo sé que nada de esas preocupaciones son reales, que todo son inseguridades y miedos reflejados en la situación que vivo ahora mismo. Son proyecciones de un futuro que nadie conoce, y lo que no conocemos nos da miedo, eso es parte de nuestra herencia no superada aún, de nuestra biología animal, de nuestros instintos primarios de supervivencia.
Mi realidad es que no pudiendo evitar la leve ansiedad que me produce estar parado, estoy en un pequeño paraíso donde una parte mayor de mi tiempo me pertenece, y soy yo quien decide que hacer con él. ¿Que tengo menos ingresos? Sí, pero, ¿ cuánto vale una hora de nuestro tiempo, un tiempo que no queremos vender, que es para nosotros y quienes queramos? La respuesta es que no tiene precio. Tras lo cuál se deduce que, siguiendo mi propio silogismo, tengo suficiente dinero para intentar vivir una vida plena.
Pero que nadie se asuste - y sobre todo yo - porque no pienso quedarme en esta situación demasiado tiempo. A mí me gusta mi profesión y aún no contemplo prescindir de ella.
Lo que si me voy a prometer, y no como uno de esos deseos de año nuevo, es que a partir de hoy mi implicación en este blog va a ser mucho más activa.
Porque adoro escribir, cocinar, amar, soñar, vivir, sobre todo vivir.