domingo, 13 de febrero de 2011

Lo crudo y lo cruel

Lo crudo y lo cruel debería ser el título no de un ensayo filosófico si no de cualquier película de Alex de la Iglesia, o de alguna película de terror adolescente americana. Debería ser un eufemismo, un corte de luz paradójico resuelto con las manos hábiles de un electricista del espíritu. Pero para mi es la realidad a la que durante diez o doce horas diarias me enfrento encerrado en una cocina, la que me tiene atrapado a cambio de migajas de satisfacción y autoestima. La cocina es cruel, los empresarios suelen ser crueles, los compañeros a veces se convierten en seres oscuros que de pronto ya no te entienden y te gritan y defienden su postura como si les fuera la vida en ello, todo en un negocio que al igual que a mi mismo me explota y me exprime intentando sacar todo el provecho posible. Sufrir no es humano, no es una condición con la que vengamos a este mundo, ¡cómo si alguien supiera con que llegamos a este mundo! El sufrimiento se compone de sufri y miento, o sea de mentira y artificio. El dolor es otra cosa y todavía no he sentido en mis carnes ese aguijón dentro de una cocina. Tengo claro que cuando lo sienta será el momento de dejarlo. Pero mientras he de lidiar con el sufrimiento, con el sudor, con el desasosiego, con la pena. Alguien me podría decir que todo es cuestión de perspectivas y yo no podría negárselo, claro que todo depende, e imagino que no todos acceden a una cocina del mismo modo. Yo adoro cocinar, yo odio cocinar. No abandonaría nunca una cocina, y me alejaría tanto de ella como pudiese. Esa es una solo de las hermosas contradicciones en las que vivo. Esto lo escribo para ti, y nadie más que yo quisiera leerlo.