lunes, 18 de julio de 2011

EL PORQUÉ DE ALGUNAS COSAS

Me gustaría poder expresar y aclarar el porqué del título de este blog. De la última parte, en la que expreso mi actual oficio, poco tengo que explicar, aunque si mucho que contar y decir, pero lo dejaremos para más adelante. La primera si puede requerir una aclaración para quien guste de navegar por estas páginas.
Indigente es una palabra hermosa, o al menos a mi me lo parece. Nuestro queridisimo DRAE nos dice que un indigente es aquel que padece indigencia, aclarando por indigencia la falta de medios para subsistir.
A tan macabro sustantivo - y repito que la palabra me sigue pareciendo bella - yo le he añadido el adjetivo de espiritual dotando a mi indigencia de un carácter muy distinto al que propone el DRAE. Nunca han sido mis necesidades básicas por las que yo haya tenido que pasar algún tipo de penuria, primero gracias a mis padres y luego a mi trabajo siempre he podido comer y  tener un techo bajo el que cobijarme.
Mis necesidades fueron entonces otras, mis carencias se rebelaron a través de mis digestiones y algún que otro tiempo libre.
Tenía sed, eso era lo  único de lo que era consciente al principio, pero sed de saber, de querer entender el mundo en que vivía y al que de una forma que no podía elegir fui traído a vivir una vida con todas sus consecuencias. Nietzsche escribió que amamos la vida no porque estemos acostumbrados a vivir sino porque estamos acostumbrados a amar. Mi viejo maestro vuelve a tener razón porque sólo el amor te puede llevar a una búsqueda que las más de las veces acaba con tus huesos en un rincón polvoriento y sucio compartiendo migajas con la frustación y el dolor.
Yo necesitaba saber que había más allá de las cuatro paredes que conformaban mi vida, necesitaba saber que lo que mi cultura, mi tiempo, mi espacio, mi gente me ofrecían era tan sólo el envoltorio de una realidad mucho mayor donde no existían los límites, donde los caminos se bifurcan y se extienden más allá de las vidas dé cada uno de los seres humanos que fueron, son y serán.
Comprendí que no tenía los medios necesarios para encontrar lo que mi espiritu me reclamaba,comprendi que debía echar a andar asumiendo cualquier riesgo, sin guia alguno, sin mapas, sin señales.
Sólo algún día podre reconocerme en mis pasos con la esperanza de haber encontrado alguna respuesta, mientras sólo pido que mi viaje a Ítaca sea largo, lleno de aventuras y experiencias sin temer jamás a Lestrigones ni a Cíclopes, ni siquiera al colérico Poseidón.

domingo, 17 de julio de 2011

QUIENES FUIMOS, QUIENES SOMOS, Y QUIENES SEREMOS


Son muchas las cosas que me viene a la cabeza a la hora de hablar de mi tertulia. La Nieblina para mí ha sido el sustento y el alimento de mi espíritu durante demasiado tiempo, era mi descanso, mi páramo, el abrevadero donde refrescar mi alma con el agua clara de mis compañeros, no pudiendo evitar que a veces esas aguas fueran negras y ponzoñosas. Durante mucho tiempo pensé que mi tertulia era como un ring de boxeo donde los entrenamientos no valían, allí se iba a combatir, allí era el lugar donde probar tus fuerzas, donde los demás sabían de ti y tú de ellos y se admitía que los golpes llegaran sin aviso y a veces hasta a traición.

Aquí estamos Juan, Luis, Benjamín y quien esto escribe.

Estos dos sinvergüenzas son Fernando y Luis, mis titos.
 Pero todo eso forma parte de una historia que se fue creando casi por inercia, sin pretenderlo,sin saber muy bien que hacíamos juntos, sobre todo cuando nos mirábamos y veíamos la disparidad tan enorme, lo heterogéneo del grupo. Muchos fueron los que pasaron por la tertulia a lo largo de los años. Personas que llegaron y pasaron, y otras que quedaron.¡Qué decir de Miguel, mi tan querido y admirado Miguel!.
Hombres y mujeres que dejaron cosas y se llevaron otras tantas. Lastima no haber guardado algún tipo de testimonio de todos esos rastros cuyos rostros con el paso del tiempo se van difuminando y perdiéndose en la memoria. Estas dos fotografías son las únicas que guardo de mi tertulia, las demás están en mi corazón y ahí seguirán hasta el día de mi muerte.

jueves, 7 de julio de 2011

TRABAJAR O VIVIR ESCLAVO DE UNA NÓMINA?

Daría lo que fuera por que alguien me pudiera contestar a esta pregunta.
Es una pregunta sencilla, pero para la que yo no tengo respuesta.
Trabajar en cualquier oficio y ganarse la vida de una manera digamos que normal, es decir, pudiendo tener las necesidades básicas cubiertas y de vez en cuando emplear algo de dinero o tiempo en algo relacionado con cosas que nos pertenezcan sólo a nosotros es lo que cualquiera podría entender por un TRABAJO.
En estos tiempos de crisis la palabra trabajo se antoja una utopía fantástica, un sueño a realizar, algo tras lo que correr y perseguir como el santo Grial de este nuevo siglo. ¡Que habilidad tienen para metérnosla sin darnos cuenta! Todo este puto sistema, que para ser exactos y justos es una pequeña parte del mundo, está montado para mantenernos sujetos a una rueda de molino que impida que la maquinaria se pare sin importar que se nos sacrifique, se nos explote o simplemente caigamos extenuados con nuestros huesos desechos y el alma vendida por unas míseras migajas que nos ofrecen como lo mejor que el mundo civilizado puede ofrecer. Otra puta mentira que nos tragamos.
No me gusta este sistema, pero eso no me convierte en un valiente capaz de salir de él, no soy más osado ni listo que cualquiera de los que leáis esto, soy un pequeño burro más empujando y a veces, sólo a veces, dejando de dar algún que otro paso sin por ello dejar de estar subyugado.
Siempre he pensado que tengo un alma mística y una mente anarquista, porque nunca en ella anidaron ideas que llegaron para quedarse, sino más bien para pasar y dejar un leve rastro. A veces he pensado que es un defecto de mi educación, pero tras muchos años de búsqueda he dejado de considerarlo una falta para considerarlo una virtud.
Prefiero tener la vasija vacía, pues es entonces cuando puede ser útil.
Mi vasija es mi mente, mi alma, mi corazón, mi espíritu rebosan de sueños, emociones, sentimientos.
Vaya, ya he vuelto a divagar, las ideas se acumulan en mi cabeza mientras escribo y tengo que dejar unas por otras para poder escribir esto. A mi me gusta mi trabajo, no soy un tipo ocioso ni me considero un intelectual, y tampoco he tenido la fortuna o la habilidad de trabajar de una forma menos física, esto es lo que tengo, y me gusta. Pero trabajar para seguir esclavo de este sistema cuyo primer requisito es a su vez ser esclavo y rendir pleitesía a una nómina me parece una barbaridad, una exageración en un mundo tan desmedido donde tan pocos tienen tanto y muchos no tienen nada.
Mi respuesta, que no puede ser la tuya ni la de aquel, es que trabajar es bueno para el espíritu, pero vivir esclavo de una nómina aniquila ese mismo espíritu.