viernes, 24 de junio de 2011

DE NUEVO UN CAMBIO

Hoy me gustaría hablar de algo que parece implícito en esta profesión nuestra de cocinero: el cambio.
¿Y el cambio a qué? se preguntaran algunos, y yo les respondería que a casi todo. Esta profesión tan expuesta a los vaivenes, sean de la crisis, de la estacionalidad, de los empresarios o de los clientes, hace que uno vaya pasando por distintos establecimientos durante más o menos tiempo pero casi nunca con la sensación de que pueda ser para largo tiempo. Yo al menos es así como lo siento, y he pasado por casi toda la gama de cocinas, desde el bar de tapas hasta el hotel de cuatro estrellas. Y hay algo que te acompaña una vez inicias tu carrera de cocinero profesional, algo que si no tienes debes aprender a cultivar lo más rápido posible, y que una vez aprendida ejercitas una y otra vez; hablo de la capacidad de adaptación, a saber modelar de nuevo las formas de trabajar, de comportarte, de acoplarte en definitiva a una nueva cocina, a un nuevo jefe, nuevos compañeros, nuevas normas de trabajo, a olvidar lo que en otro sitio tanto trabajo te costó aprender porque en esta nueva cocina nadie hace eso.
Por un lado es algo que puede llegar a mantener con fuerza la llama que te impulsó a hacerte cocinero, que con cada nuevo reto, con cada nuevo trabajo tus ansias de seguir aprendiendo y progresando sean superior a todo lo demás; y que una nueva carta y unos nuevos compañeros de trabajo enriquezcan ese acervo que todo cocinero que se precie tiene en su alma y en sus manos y que los simples llaman experiencia pero yo lo llamo sabiduría.
Pero como todo anverso existe un reverso que muchas veces esconde lo peor de las situaciones y que te puede llevar a caer en una cocina donde el ambiente de trabajo es pésimo, donde no hay compañerismo y todo es un cúmulo de problemas que por mucho que te quieras mantener al margen termina por afectarte.

Y ahora os cuento la razón de esta reflexión. Acabo de cambiar de trabajo, he dejado una cocina en la que yo era quien organizaba y dirigía para incorporarme a otra donde soy una pieza más del engranaje. Y aunque todo cambio es traumático al principio, una vez adaptado sólo queda echar el servicio fuera con la profesionalidad y el rigor que se merece uno de los mejores trabajos del mundo.

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