Indigente es una palabra hermosa, o al menos a mi me lo parece. Nuestro queridisimo DRAE nos dice que un indigente es aquel que padece indigencia, aclarando por indigencia la falta de medios para subsistir.
A tan macabro sustantivo - y repito que la palabra me sigue pareciendo bella - yo le he añadido el adjetivo de espiritual dotando a mi indigencia de un carácter muy distinto al que propone el DRAE. Nunca han sido mis necesidades básicas por las que yo haya tenido que pasar algún tipo de penuria, primero gracias a mis padres y luego a mi trabajo siempre he podido comer y tener un techo bajo el que cobijarme.
Mis necesidades fueron entonces otras, mis carencias se rebelaron a través de mis digestiones y algún que otro tiempo libre.
Tenía sed, eso era lo único de lo que era consciente al principio, pero sed de saber, de querer entender el mundo en que vivía y al que de una forma que no podía elegir fui traído a vivir una vida con todas sus consecuencias. Nietzsche escribió que amamos la vida no porque estemos acostumbrados a vivir sino porque estamos acostumbrados a amar. Mi viejo maestro vuelve a tener razón porque sólo el amor te puede llevar a una búsqueda que las más de las veces acaba con tus huesos en un rincón polvoriento y sucio compartiendo migajas con la frustación y el dolor.
Yo necesitaba saber que había más allá de las cuatro paredes que conformaban mi vida, necesitaba saber que lo que mi cultura, mi tiempo, mi espacio, mi gente me ofrecían era tan sólo el envoltorio de una realidad mucho mayor donde no existían los límites, donde los caminos se bifurcan y se extienden más allá de las vidas dé cada uno de los seres humanos que fueron, son y serán.
Comprendí que no tenía los medios necesarios para encontrar lo que mi espiritu me reclamaba,comprendi que debía echar a andar asumiendo cualquier riesgo, sin guia alguno, sin mapas, sin señales.
Sólo algún día podre reconocerme en mis pasos con la esperanza de haber encontrado alguna respuesta, mientras sólo pido que mi viaje a Ítaca sea largo, lleno de aventuras y experiencias sin temer jamás a Lestrigones ni a Cíclopes, ni siquiera al colérico Poseidón.