miércoles, 2 de octubre de 2013

TRABAJAR EN HOTELES



De todos los trabajos que he desarrollado en el ámbito de la hostelería dos son las veces que he estado empleado en hoteles. Y aquí, en estas lineas que pertenecen solo a quien esto escribe, quiero contar la similitud de tales experiencias, lo que me lleva al error de creer poder sacar algunas conclusiones.

No voy a desarrollar aquí un panfleto incendiario contra los hoteles, ni a extraer de mi más que pobre opinión una generalización en contra, pero no por ello voy a ocultar lo que pienso.

Aunque si quiero exponer primero cual es mi postura: no me gusta trabajar en hoteles.
Las razones son variadas, y algunas incluso van contra el buen juicio y las ventajas que tiene el trabajar en un empresa grande - salario más que decente, jornadas de ocho horas, dos días de descanso, variedad en los turnos y posibilidad de cambiar de partida, trabajo, ocupación, o pongan el nombre que más les guste-.
Pero todo eso a veces queda demasiado ensombrecido por otras cuestiones cuyo trasfondo no se suele comentar, y que cuando te incorporas a la plantilla de un hotel estas se te vuelven transparentes.
Voy a enumerar las que mis entendederas han sido capaz de observar, sin entrar en experiencias más personales, que aunque relacionadas con nuestro tema, no interesan a nadie. Y como no creo que mi disección sea completa admito de antemano que alguna consideración se me haya podido pasar por alto:


  • Las plantillas de los hoteles suelen estar demasiado osificadas, desprovistas de fuerza y agarradas al puesto siguiendo una vieja ley que declara eficiencia justa con mínimo esfuerzo.
  • Tal estructura de trabajo seca cualquier iniciativa de aportar algún valor nuevo, sea compromiso, eficiencia, sacrificio, buen hacer. Lo que se te pide es que saques tu trabajo adelante, tal y como se ha estado sacando hasta entonces, sin cambiar nada sustancial ni creer que puedes variar la marcha de la cocina. 
  • Los fijos suelen desconfiar de los interinos, como si su puesto corriera un peligro por esa presencia extraña y anómala. Si no demuestras capacidad de adaptación y asimilación pueden volverse en contra como haría un cuerpo sano contra una infección. 
  • Suele haber problemas de compañerismo, abusos de poder y dejadez en las funciones, lo que acaba afectando siempre al más débil.
  • La distribución de los trabajos en una cocina de hotel donde hay desde limpiadoras a freganchines suele hacer olvidar a quienes trabajan en ella algunas normas sagradas del trabajo de cualquier cocinero: limpieza y orden. Si tienes quien venga detrás a recoger y a limpiar, ¿para que te vas a preocupar tú?.
  • La reducción de costes y de personal hace que un jefe de cocina tenga que utilizar a un ayudante de cocina como cocinero, y a un cocinero como jefe de partida, lo que redunda negativamente en al ambiente general de la cocina. Nadie se cuestiona si está o no preparado para asumir la tarea que se le ha encomendado, pero si se cuestiona que ejerce una función por la cual no se le está pagando el salario adecuado.
  • Los que se suponen que deben dirigir suelen estar abrumados por papeleo administrativo y lo último que desean es que cualquiera les llegue con un problema, prefieren soluciones, sin ahondar ni en el problema ni en la solución.
  • Por último están los que llegan a un hotel y creen que ellos sería capaces de organizar mejor aquel desbarajuste, pasándose el día comentando con los compañeros todo aquello que a su juicio va mal. (o sea, algo así como el que esto escribe, pero que no deja de reconocer que tal vez no podría mejorar nada de lo ya establecido)
Seguro que ni todos los hoteles son iguales ni todas las cocinas padecen de los mismos males, pero tiendo a sospechar que muchos de los puntos que he expuesto arriba se dan en las mejores cocina y hasta en los mejores hoteles. Para terminar me gustaría que todo lo dicho me fuese rebatido, desmentido, desbaratado por quienes trabajen en un hotel desempeñando su función con toda la honradez y profesionalidad posibles.
Yo es que siempre he tenido un defecto, y es que cuando empiezo a hablar me cuesta mucho refrenarme.

Salud y buen provecho.