sábado, 11 de febrero de 2012

MERCADOS DE MI TIERRA GADITANA



Hay una cosa que procuro no perdonar cuando visito por primera vez una ciudad, y esa es su Mercado. Para mi son lugares que encierran parte de la vida de sus habitantes, a pesar de que con los años estos mercados no han sido ajenos a los cambios sociales y de alimentación que perjudicaron su vigencia y utilidad.
Durante muchos años estos mercados fueron dejados de la mano de dios, empeorando su estética y instalaciones. Con los años ha surgido un movimiento a casi todos los pueblos de la provincia para reformar y recuperar el esplendor de un lugar de encuentro, donde la gente acudía para comprar aquellos alimentos frescos y de temporada. Hoy eso también ha cambiado. 
Lo que quiero compartir hoy son esos lugares maravillosos donde poder contemplar los pescados frescos del día, las verduras de la huerta, las carnes y el quehacer de una gente que ofrece su mercancía de la forma más directa posible, una forma que hay que cuidar y preservar por el bien de nuestros hijos.
Pero lo voy a centrar en los mercados que mejor conozco, los de mi querida tierra gaditana. Y el primero de la lista es el de mi tierra natal, Jerez de la Frontera.
mercado2_jerez
antigua fotografía del Mercado centra de abastos de Jerez
Existe una entrada en la Wikipedia donde se dan algunos datos del edificio donde se instala el actual Mercado de abastos de Jerez. Este se levantó sobre el antiguo convento de San Francisco y su primera piedra se colocó en junio de 1873, terminándose de construir en 1885. Son muchas las vicisitudes por las que ha pasado el mercado y otras tantas las reformas acaecidas hasta la última que si la memoria no me falla data del año 2001.
Durante muchos años visitaba la Plaza - que es como comúnmente se le conoce al mercado en Jerez- debido a mi trabajo. La empresa en la que trabajaba tenía varios clientes y una vez por semana acudía a llevar mercancía. Durante años me recorrí las entrañas del edificio y comprobé en mis carnes el mal estado de sus infraestructuras. Aún recuerdo el olor que había en la planta de abajo donde se situaban las cámaras.
Imagen actual del Mercado con la nave de venta de pescados al fondo
Pero eso ya, espero, forma parte del pasado. Pasear hoy por el Mercado de Jerez es hacerlo por unas calles amplias y con casi todos sus puestos abiertos. La última reforma importante se efectuó en la zona de venta de pescado. 
Se podría decir que la Plaza es el punto neurálgico del centro de Jerez, a partir de ahí se te abre la ciudad en todas direcciones, con todas sus posibilidades y rincones que descubrir. Hace un par de años que no piso el Mercado, la razón es que no vivo ya en Jerez, pero para mi es el mercado que guarda entre sus mercancías unas gotas de emoción, unos gramos de recuerdo, las espinas de una parte de mi vida.

Creo con esto lo único que pretendo es escribir una declaración de amor hacia los mercados, hacia sus gentes, quienes venden y quienes van a comprar, el amor hacia los productos frescos y cercanos, el contacto directo con la vida y lo que nos la sustenta. 
Es un amor antiguo, que nace cuando mi madre me llevaba con ella a la plaza y desayunábamos los churros que allí se hacían. Que fue creciendo con el tiempo y a pesar del trabajo, que se hizo mayor y consciente cuando me hice cocinero y comprendí que sólo con los productos más frescos era posible hacer la mejor comida. Sólo espero que los Mercados sigan siendo los garantes de esa frescura, de los mejores productos, de la cercanía y el respeto por nuestras costumbre.

Espero poco a poco contar como están los demás Mercados de Cádiz, pero eso si, desde la perspectiva de un enamorado.

jueves, 9 de febrero de 2012

VIVIR Y BUSCAR SIN PRISAS...

En estos días he terminado de leer un libro al que hacia tiempo le tenía ganas. Ha caído en mis manos ahora, en este preciso momento de mi vida.
Su titulo: "Elogio de la lentitud" de Carl Honoré.
Desde el principio me atrapó entre sus páginas agarrándome del brazo suavemente y llevándome de paseo por lugares que desconocía. Supongo que esa debe ser la mejor virtud de un buen ensayo, y este no cabe duda de que lo es. Primero por la idea que vertebra el discurso de Carl, y luego por la forma de colarse en las entretelas de tu pensamiento.
Me ha hecho sentir muchas cosas, y todas buenas. Me ha recordado otra lectura que dejó en mi la misma sensación de bienestar, de plenitud, de orgullo, de mucho orgullo.
Habrá quien se pregunte como un libro puede despertar el orgullo a otra persona, sobre todo si ni siquiera conoce al autor, y ni por remota posibilidad ha estado involucrado en su confección. Pero esa es la sensación que me invadió al terminar de leer "Lo pequeño es hermoso" de E. F. Schumacher, y que se ha vuelto a repetir al leer "Elogio de la lentitud".
Orgullo de pertenecer a la raza humana, orgullo de que a pesar de nuestras mezquindades y faltas, de toda nuestra torpeza y absurda animalidad convertida en excusa para no exigirnos aquello de lo que somos capaces. podemos crear belleza, podemos evolucionar y alcanzar lo que queramos. Pero lo más importante es que podemos cambiar e influir en todo lo que nos rodea.
Puede parecer estúpido, lo reconozco, pero eso es lo que siento, y lo que me hace reafirmar aún más esta emoción es que me gusta, me gusta sentir así. Porque a pesar de los informativos y los gobiernos, yo sigo creyendo en el ser humano. Quizás porque el día en que deje de creer en él, será el día en que deje de creer en mi mismo.
La lentitud que propone Carl en su libro hace mucho que debíamos haberla aplicado a nuestra vida, pero yo quiero hablar ahora del momento presente, y en concreto de mi momento presente.
Ahora, cuando todo parece haber cogido una enorme velocidad impulsada por la urgencia de una crisis que nadie quiere solucionar, debería imponerse el sentido común desacelerando primero las medidas - la mayoría de ellas torpes e ineficaces -, y luego las acciones - igual de torpes e ineficaces -.
Deberíamos pararnos, asumir nuestra incertidumbre y nuestro miedo, ver las opciones y estudiarlas sin prisa, pues la solución está en nuestras manos, sólo hemos de dejar que se manifieste.
Yo llevo en paro cuatro meses, y estaba notando como en mi interior crecía cierta ansiedad por no encontrar trabajo. Lo cierto es que tampoco estaba involucrado en una búsqueda activa, pues necesitaba este tiempo para pasar el luto por mi padre, fallecido hace muy poco. Y justo cuando esa sensación de incertidumbre y miedo se estaba apoderando de mí empecé a leer este libro. Sigo buscando trabajo, ahora activamente, pero mi ansiedad ha desaparecido, y mi visión del tiempo y la prisa son otras.
Estoy seguro que encontraré trabajo, pero cuando el universo quiera que lo haga, y es que es inútil acelerar lo que es inevitable.

Quiero terminar dejado una pequeña cita subrayada a lápiz en las hermosas páginas de este libro que tiene para siempre su sitio en mi corazón:
"Es inevitable que una vida apresurada se convierta en superficial. Cuando nos apresuramos, rozamos la superficie y no logramos establecer verdadero contacto con el mundo o las personas. Como escribió Milan Kundera en su novela corta "La lentitud"(1996): "Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo". Todas las cosas que nos unen y hacen que la vida merezca la pena de ser vivida -la comunidad, la familia, la amistad- medran en lo único de lo que siempre andamos cortos: el tiempo."